lunes, 26 de enero de 2009

Explotación, exportación y comercialización del Agua VII

Prohibido Preservar

La mundialización crea estructuras económicas y políticas que hacen que sea absolutamente imposible una economía con efectos benignos para el medio ambiente. La mundialización económica pretende integrar las economías nacionales en un mercado único y unificado. Las grandes multinacionales ejercen presiones sobre los gobiernos nacionales con el fin de obtener la privatización, la desreglamentación, la eliminación de las barreras al comercio y a las inversiones, de manera a dar impulso a las exportaciones, y que se renuncie en general a los controles del estado sobre la economía, para crear una sola economía mundial.

Una integración económica de esta índole hace que la producción industrial alcance niveles insospechados e inéditos, intensificando la explotación de los recursos naturales y agravando cualquier problema ecólogico existente. Una competencia más agresiva obliga a los gobiernos a aminorar sus programas de protección del medio ambiente para poder incrementar la competitividad de sus productores nacionales y atraer las inversiones extranjeras. Las actividades económicas ecológicamente viables y sostenibles se castigan mediante la desreglamentación de las fuerzas del mercado haciendo que una administración responsable se convierta en un aspecto negativo de cara a la competividad.

"La mundialización da lugar a estructuras políticas y económicas cuya pauta de producción y de consumo resulta destructiva tanto a nivel ecológico como social," afirma Victor Menotti, director del Comité encargado de estudiar las Consecuencias Ecológicas de la Mundialización en el marco del Foro Internacional sobre Mundialización. "Todas las actividades van orientadas hacia la exportación que, para ser competitiva a nivel mundial, requiere un control centralizado sobre los extensos recursos naturales, la capacidad de tener acceso a importantes capitales de financiación, y la necesidad de recurrir a complejas megatecnologías. Cada vez se necesitan menos trabajadores con lo cual numerosísimas personas se convierten en espectadores indefensos del traslado a otros destinos de los recursos con los que trabajaron una vez.

"El resultado es un regimen que va en contra de los mismísimos principios de una economía ecológicamente sostenible, y que se resume a:

- quitar el control de la tierra a la gente que vive en ella,

- desalentar la institución de una rigurosa normativa protectora,

- penalizar la administración responsable,

- e imposibilitar la tarea de fijar el precio justo."

A medida que la naturaleza se va reificando, los gobiernos de todo el mundo están desmantelando su legislación medioambiental o permitiendo que la industía se autocontrole.

Los países están bajando los impuestos sobre las sociedades y moderando su reglamentación ecológica con el fin de permanecer competitivos, que es su primer cometido en el marco de la nueva economía. Como resultado, los gobiernos se encuentran con una reducida capacidad fiscal para el saneamiento de las aguas contaminadas y la construcción de infraestructuras para proteger el agua, a la vez que se encuentran con una potestad normativa mermada para impedir que las aguas se sigan contaminando.

El imperativo de la mundialización, que consiste en el crecimiento ilimitado, hace que sea imposible para los países participantes otorgarle carácter prioritario a la preservación.

Los países en desarrollo han reestructurado sus sistemas económicos para pagar la deuda y favorecer sus exportaciones como el camino hacia la prosperidad, destrozando de paso tanto los ecosistemas naturales como la normativa medioambiental.

El uso abusivo y la contaminación masiva de las vías navegables interiores de la mayoría de los países en desarrollo ha sido uno de los precios que ha habido que pagar para pertenecer a la economía mundial.

El empobrecimiento de las aguas subterráneas y de los ríos para satisfacer la demanda de agua de las multinacionales es otro.

Las tecnologías nocivas para el medio ambiente, inclusive los sistemas de transporte masivo necesarios para los intercambios comerciales a nivel mundial también deterioran las aguas.

Las carreteras que se han construído a costa de la naturaleza destruyen los habitats de los ríos y lagos así como los bosques; el aumento del transporte marítimo multiplica la cantidad de desechos que van a parar directamente en los océanos y lagos; y el dragado para la construcción de puertos y vías marítimas destruye el hábitat de los litorales.


China ha empezado a trabajar en un gigantesco proyecto de 1.000 millones de dólares para desviar el agua del río Yangtse a Beijing. Diez mil trabajadores casi han terminado de perforar una serie de túneles de 420 kilómetros para el drenaje del agua de la parte central del Yangtse, desde dónde se canalizará ya sea a través de una elevada cadena montañosa, ya sea a través de un nuevo canal de 1.230 kilómetros para abastecer a ciudades sedientas como Taiyuan, de camino hacia la capital – el Worldwatch Institute dice que este proyecto equivale a desviar el río Mississippi para abastecer la ciudad de Washington.

Los gobiernos de varios países sudaméricanos han dejado en suspenso por ahora la creación de un nuevo sistema hidrográfico de enormes proporciones que canalizaría 3.400 kilómetros de los ríos Paraguay y Paraná para uso industrial y abriría el interior del continente al comercio mundial. Pero los ecologistas aún no están convencidos; saben que hay enormes intereses empresariales en juego y que no se renunciará tan facilmente al proyecto.

"Con las prácticas empresariales actuales," dice el hombre de negocios y ecologista Paul Hawken, nadie podrá sustraerse a la economía mundial, ni una sola reserva o coto de la fauna y de la flora, ni ninguna cultura indígena. Sabemos que hasta el último sistema natural del planeta se está desintegrando.

La tierra, el agua, el aire y el mar, han sido transformados funcionalmente para pasar de ser los sistemas que alimentaban la vida a convertirse en vertederos de basura. No hay ninguna forma elegante o bién educada de decir que los negocios están destruyendo el mundo."

Pero no todo el mundo lo ve todo negro en esta crisis mundial del agua. Al fin y al cabo, lo que algunos perciben como una pesadilla ecológica de proporciones inéditas, los inversionistas del sector privado lo ven cada vez más como una ocasión de hacerse de oro.

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