sábado, 15 de noviembre de 2008

Explotación, exportación y comercialización del AGUA I

EL ORO AZUL

La crisis mundial del agua y la reificación de los recursos hídricos del planeta

Autora: Maude Barlow
Presidenta nacional del Council of Canadians (Consejo de los Canadienses)
Presidenta del Comité sobre mundialización del agua del IFG

.....El análisis y las recomendaciones del presente informe se basan en el principio que el agua es parte del patrimonio de la tierra y que como tal debe preservarse en el dominio público por todos los tiempos y protegerse mediante rigurosas leyes locales, nacionales e internacionales. Lo que está en juego es la noción de los bienes comunes, es decir la idea que a través de nuestras instituciones públicas reconocemos la existencia de un patrimonio humano y natural común que ha de ser preservado para las generaciones venideras. Cada localidad debe de actuar como el perro guardián de nuestras aguas y establecer principios para controlar el uso de tan preciado recurso....


EL ORO AZUL

La crisis mundial del agua y la reificación de los recursos hídricos del planeta

Autora: Maude Barlow
Presidenta nacional del Council of Canadians (Consejo de los Canadienses)
Presidenta del Comité sobre mundialización del agua del IFG

"Las guerras del siglo que viene serán provocadas por la falta de agua."
Ismail Serageldin, Vicepresidente del Banco Mundial


Introducción


Nos agradaría pensar que el agua del planeta es inagotable. Pero este planteamiento es trágicamente erróneo. El caudal de agua dulce no alcanza ni la mitad de un uno por ciento de toda el agua de la tierra. Lo demás es agua salada, o forma parte de los hielos polares. El agua dulce únicamente se renueva por la lluvia, que cae a un ritmo de 40.000 a 50.000 kilómetros cúbicos al año. Pero debido a la congestión de las grandes urbes, a la deforestación, al desvío de las aguas por necesidades de irrigación agrícola, hasta esta ínfima parte de agua dulce está desapareciendo a la par que se va secando la superficie de la tierra; a este ritmo, el agua de todas las cuencas de los ríos de todos los continentes irá agotándose de manera ininterrumpida.

El consumo mundial del agua dobla cada veinte años, es decir a un ritmo dos veces mayor que el del crecimiento de la población humana. Según las Naciones Unidas, el agua potable ya escasea para mil millones de personas. De seguir así, de aquí al año 2025, la demanda de agua dulce llegará a superar la disponible hoy día en un 56 por ciento.

A medida que se va intensificando la crisis del agua, los gobiernos del mundo entero - presionados por las grandes multinacionales - están abogando por una solución radical: la privatización, la reificación y el desvío masivo de las aguas. Los partidarios de este sistema opinan que esta sería la única manera de poder abastecer a los lugares del mundo donde se padece sed. Empero, sabemos por experiencia que la venta del agua en un mercado abierto no sirve para colmar las necesidades de los pobres y sedientos. Muy al contrario, el agua privatizada termina en manos de quiénes pueden pagar por ella, tales como las personas y ciudades pudientes, y las industrias que hacen un uso intensivo del agua, entre las que cabe mencionar la agricultura y la alta tecnología. "El agua fluye río arriba, hacia el dinero", como comenta un residente en pleno desierto de Nuevo México, cuando el agua de su localidad fue desviada para uso y beneficio de una industria de alta tecnología."

El impulso hacia la reificación del agua surge en un momento en que el impacto social, político y económico de la escasez del agua va convirtiéndose rápidamente en una fuerza desestabilizadora, que hace brotar conflictos relacionados con el agua en muchas partes del mundo. Tomemos el ejemplo de Malasia, que suministra aproximadamente la mitad del agua de Singapur, y que amenazó con cortar el suministro en 1997, cuando este último país lanzó ciertas críticas sobre las políticas del gobierno malasio. En África, las relaciones entre Botswana y Namibia se han deteriorado gravemente debido a los planes namibios de construir un conducto para desviar hacia el este de su país el agua del río Okavango que linda con ambos países.

Por su parte, el Alcalde de la Ciudad de México predice que el Valle de México no tardará en verse sumido en una guerra si no se resuelve cuanto antes la crisis del agua en la ciudad. Se ha escrito muchísimo sobre el riesgo de guerras por el agua en el Oriente Medio, donde cada gota de los recursos hídricos está contada. El recientemente fallecido Rey Hussein de Jordania dijo una vez que el único motivo por el que iría a la guerra contra Israel sería por el agua, ya que el caudal del río Jordán se encuentra bajo control israelí.

Mientras tanto, el futuro de uno de los recursos más esenciales a la vida está siendo determinado por personas que se lucran de su explotación y uso excesivo. Con el respaldo del Banco Mundial, un puñado de multinacionales se dedican a acaparar el control de los servicios públicos de abastecimiento de agua en los países en desarrollo, disparando los precios en detrimento de los habitantes y sacando partido de la desesperación con la cual el tercer mundo busca resolver sus problemas de escasez. Las intenciones son clarísimas: el agua debe de ser tratada como cualquier otra mercancía, y su uso debe ir conformado por los principios que rigen el mercado.

Al mismo tiempo, los gobiernos están renunciando al control de las aguas que les compete administrar mediante su participación en acuerdos comerciales como puedan ser el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), sucedido por el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y la Organización Mundial del Comercio (OMC). Lo que hacen estas instituciones mundiales en realidad es darle a las grandes multinacionales un acceso sin precedentes al agua de los países signatarios.

Algunas empresas ya han empezado a demandar a los gobiernos con objeto de tener acceso a los recursos hídricos nacionales. Por ejemplo, la empresa californiana Sun Belt, ha entablado un juicio contra el gobierno de Canadá acogiéndose al TLCAN, por motivo de la prohibición impuesta por la provincia de Columbia Británica sobre las exportaciones de agua hace algunos años. La empresa aduce que la ley de dicha provincia infringe sobre varios derechos que el TLCAN concede al inversionista y reclama por lo tanto 10 mil millones de $ USA, en concepto de indemnización por la pérdida de beneficios.

Gracias al respaldo de estos acuerdos comerciales internacionales, las empresas tienen la mirada puesta en el transporte del agua a granel, mediante canales de desvío y grandes barcos petroleros. Varias empresas se encuentran desarrollando tecnologías para cargar grandes cantidades de agua potable en enormes sacos sellados que pretenden remolcar por vía marítima para su venta. La venta del agua al mejor postor no hará sino agravar los peores impactos de la crisis mundial del agua.

Importantes organizaciones dedicadas a la investigación y al medio ambiente, tales como el Worldwatch Institute, el World Resources Institute y el programa de Naciones Unidas sobre medio ambiente llevan más de diez años dando el grito de alarma : si el consumo de agua sigue incrementándose al ritmo actual, los resultados serán devastadores para la tierra y sus habitantes. Grupos tales como International Rivers Network, Greenpeace, Clean Waters Network, Sierra Club y Friends of the Earth International, junto con miles de grupos comunitarios del mundo entero, están luchando contra la construcción de nuevas presas, y buscando rehabilitar los ríos y pantanos en deterioro, enfrentándose a la industria por la contaminación de las aguas y protegiendo las ballenas y otras especies acuáticas de la caza y de la sobrepesca. En algunos países, los especialistas han logrado encontrar nuevas y alentadoras soluciones a estos problemas.

Aunque la labor que realizan sea de lo más fundamental, sus esfuerzos han de ser coordinados y percibidos en el contexto más extenso de la mundialización económica y del papel de este último en lo que se refiere al fomento de la privatización y de la reificación.

¿A quién le pertenece el agua? ¿Acaso debe pertenecer a alguien? ¿Debería ser privatizada? ¿Qué derecho tienen las grandes multinacionales a adquirir los sistemas hidrológicos? ¿Acaso debe el agua ser intercambiado en un mercado abierto como una mercancía cualquiera? ¿Qué leyes son necesarias para proteger el agua? ¿En qué consiste el papel del gobierno? ¿Cómo pueden los países ricos en recursos hídricos compartir el agua con los países menos afortunados? ¿Quién es el guardián de la sangre que le da vida a la naturaleza? ¿Cómo puede el ciudadano de a pie involucrarse en el proceso?

El análisis y las recomendaciones del presente informe se basan en el principio que el agua es parte del patrimonio de la tierra y que como tal debe preservarse en el dominio público por todos los tiempos y protegerse mediante rigurosas leyes locales, nacionales e internacionales. Lo que está en juego es la noción de los bienes comunes, es decir la idea que a través de nuestras instituciones públicas reconocemos la existencia de un patrimonio humano y natural común que ha de ser preservado para las generaciones venideras. Cada localidad debe de actuar como el perro guardián de nuestras aguas y establecer principios para controlar el uso de tan preciado recurso.

Creemos que este recurso vital no debe convertirse en una mercancía que se pretende vender al mejor postor, y que el acceso al agua potable para cubrir nuestras primeras necesidades constituye un derecho humano fundamental. Cada generación debe cerciorarse que sus actividades no empobrezcan la abundancia y la calidad del agua. No se puede escatimar esfuerzos para restablecer la salud de los ecosistemas acuáticos que ya están deteriorados, ni para proteger a los que aún no han sufrido daños.

Ante todo es menester proceder a una reestructuración radical de nuestras sociedades y estilos de vida, con el fin de impedir que la superficie de la tierra quede deshidratada, y aprender a convivir con los ecosistemas creados para alimentar la vida en derredor del agua. Y debemos renunciar a la comodísima noción de que podemos usar y abusar impunemente de los preciados recursos acuáticos del mundo, ya que de alguna manera la tecnología terminará por aportar soluciones. No hay "arreglo" posible para un planeta en el que se ha agotado el agua.

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